MI PORTERO AUTOMÁTICO

Llego a Madrid y lo primero que me encuentro en el piso en el que voy a vivir es que el portero automático está conectado con la tele. O sea, que si pongo la 1 no me sale Televisión Española sino la puerta de mi casa, en blanco y negro, a tiempo real. Ahora mismo la tengo puesta. ¿Qué por qué? No sé pero no puedo dejar de girarme y mirar quién pasa.

Puedo decir que, ahora mismo, es el mejor canal que hay en mi tele. La vida real en pantalla. Una manera legal de espiar a todo el que pase por mi calle. Mejor que Gran Hermano y que cualquier reality show de baratija.

El otro día, haciendo zapping, al final me quedé en la 1, en mi 1. Tantos anuncios, series cutres y programas chabacanos no tienen nada que hacer con el atractivo que supone observar la vida misma en una pantalla de 29 pulgadas. Un hombre mayor, pasaba, paseando a su perro. Era tarde ya. Y el muy guarro, se puso a orinar en la rueda de una furgoneta que había aparcada delante. El muy iluso pensó que, en la oscuridad de una calle poco transitada solo su perro observaba como satisfacía sus necesidades más básicas. Pero ahí estaba mi portero automático, silencioso, certero.

Estuve a punto de salir al balcón y decirle algo, pero entonces se pensaría que le estaba espiando, que más o menos era lo que estaba haciendo.

En fin, que estoy muy contenta con mi nuevo canal. Ayer una vecinas hablaban en la puerta. Hubiera dado la vida por saber qué decían... pero solo puedo limitarme a observare imaginar, que no es poco. ¡Ay si hubiera micrófono! Entonces ya me quedaría totalmente enganchada.