ANTES DE MORIR QUIERO


Me mandan un e-mail de esos que parecen una cadena. Normalmente los borro directamente, pero en éste el título me gustó especialmente. Y además me lo mandaba mi hermana, anticadenas, motivo doble para abrirlo. “Antes de morir quiero…” se llamaba. Al hacerlo, una foto de una pizarra gigante donde alguien ha continuado la frase escribiendo “…destacar en algo”, y debajo una letra diferente que dice “…salvar una vida”. Otro pone simplemente: “...divertirme”. Quizá sea el más sabio de todos.

Resulta que un artista decidió convertir una casa abandonada de Nueva Orleans en una pizarra gigante donde la gente podía continuar esa frase. Esas cuatro paredes que cualquier grúa hubiera derribado sin miramientos, pasaron a ser una colección de deseos anónimos incumplidos (o cumplidos, aunque cuando uno desea algo con mucha fuerza es porque no lo ha logrado nunca).

He estado pensando en cómo continuaría yo la frase, pero tengo muchos finales posibles. Todavía. Hay otros que, por conseguidos, han dejado de ser deseos. He estado pensando, también, que todos mis finales serán iguales que los vuestros y que los de los que han escrito con letras torcidas en la casa de Nueva Orleans. Porque al final, todos los deseos confluyen en uno.


COMPLICIDAD



Un poema de Elena Parreño (no es una magia o un don, solo el resultado de comprender lo que no se sabe decir):

Alguien ha movido la rama del árbol
que enmarca mi ventana...
Quizá fue una melodía, o una ilusión al pasar.
Yo no sé quién habla desde el otro lado,
qué insólita energía
advierto y encauzo.
La dulzura es la conciencia de todas las cosas
tomada con estoicismo.
No es una magia o un don,
solo el resultado
de comprender lo que no se sabe decir,
es un modo de añadirle a la sonrisa
el afecto ancestral de lo común.
Nadie está solo:
alguien ha movido la rama del árbol
que enmarca mi ventana.