DOS CORSÉS GEMELOS


Siempre me han gustado los mercadillos. Tienen algo de meterse en las casas ajenas. El suelo se llena de trocitos de vidas, normalmente vidas antiguas que ya nadie reclama y que se venden a un euro. Los vendedores colocan esos pedazos sobre mantas o sobre sábanas para que no se ensucien más de lo que ya están. A veces los dejan tumbados sobre el mismo suelo duro. Cuando uno ve esas paraditas piensa “¿Quién va a querer un tapón de bañera usado? ¿Y una foto arrugada en blanco y negro de una familia numerosa? ¿Quién va a querer una estatua rota que ya no se aguanta de pie?”. Alguien lo quiere. Y sorprendentemente son las paradas más llenas. Más que las de 12 calcetines a 1 euro y más que las de bragas gigantes imposibles de encontrar en ningún otro sitio. La gente se apelotona frente a ellas intentando encontrar algún tesoro entre muñecas desnudas despeinadas y bolsas llenas de serruchos oxidados.

Esta mañana, paseando entre todas esas riquezas, he encontrado algo que superaba cualquier hallazgo surrealista. En una esquina, al lado de una película de Braveheart y tras una montañita de peluches, había dos corsés ortopédicos. Eran iguales, del mismo tamaño, hechos la medida de dos cinturas estrechas de antaño. Uno de ellos tenía restos del esparadrapo que su dueña colocó para evitar las llagas (y digo dueña porque lo más probable es que fuera de una mujer).

Yo llevé un corsé ortopédico, yo tenía una cinturita antaño y yo colocaba esparadrapo para evitar las llagas. Yo tengo una hermana gemela cuyo corsé ortopédico era gemelo del mío. Como esos dos. Por eso al verlo he sentido que parte de mi vida estaba tirada en el suelo y que cualquiera podría comprarla. ¿Cuánto costarían? No he querido preguntarlo. Pero si compras uno tienes que comprar los dos. ¿Quién puede querer comprar dos corsés de plástico hechos a medida? ¿Por qué el vendedor no le ha quitado ni siquiera el esparadrapo? Y lo más importante de todo, ¿Por qué ha colocado delante una “L” de conductor novato?

Antes de hacer la foto y pasar de largo he sentido la necesidad de “rescatarlos”, pero en realidad ya no los quiero para nada. Demasiados médicos, demasiadas radiografías, demasiadas llagas y moratones. Así que ahí los he dejado, para el próximo que quiera compraros.

MADRID, TE QUIERO

Empezó como un ejercicio de clase en octubre de 2009. “Tenéis que escribir un guion de cortometraje. La consigna es ‘Madrid, te quiero’ o ‘El amor en Madrid’”, soltó mi estimado y admirado profesor, Pedro Loeb. “¡Para la semana que viene!”. (Es muy exigente). Entonces mi cabecita empezó a dar vueltas. ¿El amor? ¿En Madrid? En realidad el amor es igual en todas partes ¿no? Bien. Tenía que buscar, inventar y construir una historia de amor. Básico: que no fuera muy cursi, pero básico también: que fuera romántica, de amor de verdad, del bonito. Pero ¿con final triste o con final feliz? Pues un poquito de los dos. Agridulce le he llamado. También sería interesante que hiciera reír un poco, porque ir al cine sólo a llorar no mola. Comedia agridulce pues.

Eché a volar mi imaginación, cogí un trocito de aquí, un trocito de allá, metí a un joven graciosillo que se comería la pantalla, a una tristeyatractiva mujer madura con mirada de abismo y, lo más importante, una flor de pelo que se convertiría en coprotagonista. Lo mezclé todo y ¡chas! Tras innumerables reescrituras nació esta historia, “Una flor en recepción”.

Un amigo me animó a que lo rodáramos juntos. Pero ese amigo (sí, tú, Manuel), me abandonó. Y yo, despechada, pensé “¡Pues ahora lo voy a hacer yo sola! Con mi dilatada experiencia (un cortometraje y con ayuda) seguro que me sale bien”. Además ¿Sabéis qué? Que yo siempre he tenido una flor en el culo (manera vulgar de decir que tengo mucha suerte).

Hoy, casi un año y medio después de concebir el germen de esta historia, mi querido hijito está de camino. Tras una eterna preproducción (en Valladolid), rodaje (en Madrid) y posproducción (en Barcelona) con inconvenientes de todos los colores y gastos y gastos y más gastos, un disco duro vuela en un avión caminito de mi casa. ¡Esta noche lo veré! ¡Con su color de cine! ¡Con su música de película! ¡Con sus actores grandes grandes! Lo cierto es que ya lo he visto tantas veces que lo he aborrecido un poco, y eso que aún no se ha estrenado. Pero hoy lo veré por primera vez al completo. Y me voy a emocionar. Sí, me voy a emocionar.

Gracias a todos los que habéis hecho posible esta historia. Ya sabéis quienes sois.