CREANDO VIDA (CREANDO MUERTE)


Me gustan las fotos de mujeres embarazadas. Me gustan las mujeres embarazadas. Lo que son. Lo que están haciendo. Lo que están creando.

Me gusta mucho esta foto. Me encanta que la barriga no sea perfecta. Que sus formas no sean suaves. Que la tripa parezca estar aplastada por su propia pierna. Me gusta que la mujer sea pálida como la nieve (como el fondo, del que apenas se diferencia), que los pezones sean del mismo color que su pelo. Es una foto bicolor. Blanco y naranja. Me gusta ver al bebé a través de una piel transparente y me gusta que ella, ya madre, nos haga callar para que no despertemos a ese trozo de piel y huesos que tiene clavado en las entrañas.

Hay quien dice que las mujeres, al parir, abrimos el camino del sufrimiento y cerramos el del descanso. Otros creen que la paz en el mundo empieza en el vientre de la madre. Es la bipolaridad propia de las grandes cosas, de las grandes hazañas, de las grandes películas, de las grandes obras.

Foto de David del Val

UNA SOMBRA SIN NOMBRE


Un cuerpo negro se guarda del Sol bajo un árbol que no da sombra. Al fondo su casa, un pequeño iglú de paja y barro, y el cielo. Nada más. Un árbol, una casa, una nube. Un cuerpo que yace solo esperando. El olvido. La muerte.

Un coche pasa, le deja unos sobres de comida deshidratada y se marcha. El cuerpo vuelve a quedarse solo. Llegará la noche. Volverá a hacerse de día. Y así infinitamente. Hasta que, una mañana, el amanecer nos enseñe el cuerpo tumbado bajo el árbol tras una noche en que ya no pudo moverse para volver a casa.

Entonces el árbol esquelético por fin podrá alimentarse del cuerpo negro. La espera acaba. La sombra muere. El olvido vence.


*Foto de Xavi Herrero

MENSAJE

Camino por un puente sobre un río marrón. El suelo es de madera, los bordes de metal. Un puente gris en una ciudad gris bajo un cielo gris. Los ojos se me van hacia abajo, hacia el marrón. Hacia el frío. Y a medio camino me encuentro con algo. Dos candados dorados cuelgan del alambre. Están unidos, entrelazados. Imposible sacarlos. Imposible separarlos. Cuelgan con firmeza del puente gris. ¿Habrán tirado las llaves al río?

En uno de los dos alguien ha escrito un mensaje con mucho cuidado: “Te QuieRo”. Y en el otro, pegado a él, “Javier” y una fecha reciente. Intento colocarlos de manera que salgan los dos en la foto, pero no se puede. Están tan unidos que tan solo puedo sacar a uno de ellos.

Siento que he encontrado un trocito de belleza en la ciudad gris. Me recuerda al final de una película que he visto hace poco, donde el cemento se llena de colores y formas imposibles. Poesía entre los adoquines. Pequeños tesoros en macrociudades desangeladas. Aunque no se vean, existen. Están.

OTOÑO = MELANCOLÍA


Me gusta el Otoño. El color marrón. El amarillo, el naranja. Todos tirados por el suelo en forma de hojas crujientes. Me gusta el frío que no es frío, el viento, la lluvia. Me gusta la oscuridad temprana, los amaneceres helados y el olor a castañas asadas.

Me gusta el Otoño porque es de todo un poco sin llegar a ser todo de nada. Principio de temporada, final de año. Melancolía. Menos luz, más frío. Nostalgia. Depresión postvacacional. Niebla.

Me gusta el cuadro de Munch porque es amarillento, tiene mar y tiene tristeza. Como el Otoño. El final de algo, el principio de todo.

MOBILIARIO URBANO

Están sentados en el centro de la calle. A pleno sol. En la bifurcación de dos caminos que no llevan a ninguna parte. Nadie les mira. Nadie les ve. Llevan tanto tiempo ahí sentados que se han convertido en parte del paisaje. Un mueble, una piedra, una roca con forma humana. Con forma de amor para toda la vida, de amor que ya no es amor. De amor gastado, olvidado, petrificado.

Son un monumento a la soledad, al paso del tiempo, al silencio. A ese silencio que solo pueden mantener ellos entre ellos, para siempre y por siempre. Un silencio que habla, que llora y que grita aunque nadie les mire ni nadie les oiga.

PAISAJES


Vas por la calle. Caminas recto. Al fondo, la estatua de todos los días. A los lados, los árboles de siempre. Delante y detrás, gente que pasea con el periódico del domingo o un helado entre las manos.

Las gemelas pasan, otra vez, por la acera de la derecha. Idénticas, simétricas, no fallan. Es su cita con la vida. Yo sigo mi camino, recto, lineal. Es mi cita con la calle.

Entonces levanto los ojos y me doy cuenta. La estatua de todos los días, al fondo, es hermosa. La “veo” por primera vez. Delante del cielo gris su fuerza se multiplica. Pero no solo reparo en ella. Los árboles de siempre también han adquirido hoy otro significado. Gigantes, imponentes, rodeando a la pequeña estatua, me muestran lo grande que es la naturaleza frente al hombre, o lo pequeño que es el hombre frente a la naturaleza.

Saco una foto. Me parece apocalíptica. El fin del mundo (o un despiadado país de las maravillas).

ABOUT CINEMA


Suelo subrayar las pequeñas joyas que encuentro en los libros. Ahí van algunas de los grandes del cine. Enormes premisas. Ideas al vuelo. Verdades absolutas de los que han sabido contar con imágenes mejor que nadie.


"La imagen y la palabra se complementan en manos de un buen artesano."

"Dirigir un filme es simplemente una extensión del proceso de escribirlo. Todavía se está escribiendo cuando se dirige."

John Huston


"La única diferencia entre tragedia y comedia es el punto de vista."

Howard Hawks


"Todo lo que no es absolutamente necesario es un estorbo. La senda debe estar libre y llevar hacia lo que es esencial, que está al final del camino."

Carl Dreyer


"Considero que el instante es mucho más importante que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción."

Lars von Trier


"El cine no es el reflejo de la realidad, sino la realidad de ese reflejo."

"Cuando los espectadores miran una película en televisión, lo que ven no es un filme sino la reproducción de un filme."

Jean-Luc Godard


"Para ver hace falta tener la fuerza de producir lo que se quiere ver."

Daniele del Giudice


"El cine no es un trozo de vida, sino un trozo de tarta."

Alfred Hitchcock

UNA MUJER CON FORMA DE ÁRBOL

Anoche estuve de excursión. Visité un lugar que ya no existe. La casita de la puerta azul vomita cemento por sus tres agujeros. Ya no puede respirar. La han dejado en coma. Está tapiada, sellada. Convertida en una piedra. Pero late por debajo. Tras el cemento gris solo oscuridad y un montón de recuerdos. “En paz descanse”, han escrito en la puerta.

Ella ya no habla, y un poquito más allá, en un rincón, se amontonan algunos enseres. Una bombona, un carrito del súper, una silla. Naturalezas muertas.

Hago una foto y al abrirla en mi teléfono, veo un arbolito que ha posado para mí. Frente a todas esas cosas el arbolito parece una persona, más concretamente una mujer. Una mujer morena de larga melena. Está erguido, tieso, hermoso. Tiene una copa pequeña pero frondosa, de un verde muy verde. Reclama protagonismo.

En el rincón más olvidado de la colonia, crece un arbolito muy humano. Rodeado de casas mudas, él ya es el único que se atreve a decir algo.

LOLITA

La primera vez que abrí Lolita tenía poco más de 20 años. Lo cogí al azar, por aburrimiento. Era el penúltimo de una colección de cuarenta libros blancos que adornaban mi estantería blanca. Detrás de él, el número 40, era El viejo y el mar, de Hemingway. Pasaba muchas horas sola lejos de casa y buscaba algo que llenase mi tiempo. Necesitaba ocupar mis horas y mi cabeza. Y escogí Lolita por el nombre. Me pareció precioso que alguien le hubiera puesto un nombre tan bonito a un libro. ¿Lo querría el autor como a una hija? Puede que más, porque lo que hizo con esa historia solo puede nacer de algo instintivo, visceral.

Lolita es de verdad. Es esencial. Es un baile para la lengua y el paladar. Un masaje para el cerebro.

Lolita es la novela con la que empecé a soñar hacia adentro. El libro que me hizo amar la literatura.

Buscaba llenar las horas y encontré una historia que las hizo rebosar.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita.”

DEBAJO DE MI VENTANA

Vivo en un primero. La ventana de mi dormitorio da a una calle estrecha, alargada, menuda. Cuando me meto en la cama me duermo con retazos de vidas ajenas, con palabras sueltas pronunciadas a escasos metros de donde estoy tumbada. Antes de perderme en mi subconsciente, frases inconexas y emociones de todo tipo rompen el silencio que me invadirá en poco tiempo.


Voz de hombre: "¡Llama a tu abogado! ¡Llámale! ¡Que yo voy a llamar al mío! ¡Taxi!". Al poco, un frenazo, un portazo y el motor de un coche. Tacones que se alejan.

Tres voces jóvenes entonan una canción en italiano desde el final de la calle. Ópera. Son rítmicas, melódicas y estan perfectamente ensambladas. Me asomo. Absorta, en pijama, asisto a una actuación magnífica hasta que los vecinos les mandan callar.

Carcajadas sonoras en plena noche. Chicas que no pueden aguantar la risa. Se ríen de alguien. Han bebido de más. Las risas y la envidia desaparecen con ellas.

Alguien chuta una lata aplastada desde el fondo de la calle. Ni se imagina el estruendo que hace en plena madrugada. Tres minutos eternos. Desidia, vacío. Soledad.

Una chica triste que pasea. Camina, habla por teléfono y llora. Sus palabras son ininteligibles. Se aleja con su llanto.

Sonidos, palabras, pasos, golpes. La vida pasa por debajo de mi ventana mientras yo me alejo de ella. Hasta el día siguiente. Hasta la noche siguiente. De madrugada. Desde mi ventana.

LA PLAYA


Arena entre los dedos. Sal en el cuerpo. Escozor. En los ojos y en la piel. Un viento que no cesa, que trae las olas hacia adentro. Hasta los pies.

Algas que acarician. Conchas que se clavan.

De niño, grandes fortalezas de arena que se rompen con el tiempo.

De adulto, paseos por la orilla mirando al fondo, adentro, muy adentro. Al otro lado. Hasta el final.

LOS NADIE

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir de pobres,

que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;

pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca.

Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadie la llamen,

aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho,

o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.



Eduardo Galeano

EL CENTRO DEL MUNDO

Me encargan un texto sobre Madrid para una revista universitaria en la que colaboro. Ahi va mi pequeño homenaje a la Puerta del Sol y lo que allí se está viviendo.

Confluencia de calles, historias y gentes. Lugar de visita, peregrinaje y acampada. Centro de la ciudad, del mapa radial español y del mundo entero. Sol. Tres letras para nombrar una plaza que irradia calor, vida, ideas.

La Puerta del Sol, en Madrid, es lugar de parada obligado en la capital española. Por su historia, por sus comercios, por su belleza. Quizás no es el mejor momento para visitarla. O quizás sea precisamente el mejor. Cientos de personas que querían (y quieren) un mundo mejor decidieron reunirse y acampar allí. Y automáticamente, personas de todo el globo siguieron el ejemplo reuniéndose en las plazas de sus ciudades, tal como pasó en nuestra querida Plaça Catalunya.

La entrada ahora a Sol resulta más emocionante que nunca. Siempre lo ha sido, pero ahora adquiere más significado. Como el astro, centro del mismísimo Sistema Solar, la plaza que lleva su nombre fue elegida como centro de reunión, de actividad, de sueños. ¿Dónde vamos a manifestar nuestro cansancio? ¿Dónde cabemos todos? ¿Dónde podremos sentirnos como en casa durante todo este tiempo?

Turistas, helados y compradores de oro se mezclan ahora con los activistas de la igualdad y la libertad. Cientos de mensajes cuelgan de cuerdas de tender y los plásticos azules que componen el campamento por ahora, no impiden que Carlos III vea, a lomos de su caballo, que su plaza vuelve a inspirar a la gente y que ese nombre, Sol, es una casualidad repleta de significado.

Diez calles, doce campanadas, un oso y un madroño. Una ciudad que nunca duerme o que lo hace en la calle, en compañía. Ahora mismo la Puerta del Sol ya es más de lo que era. Es todo lo que era más un campamento ciudadano rebosante de utopía. Es una plaza que guarda el secreto de los lugares que siempre existirán.

¿QUÉ LES QUEDA A LOS JÓVENES?

Palabras del pasado para el presente. Poesía contra la indiferencia.


¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros


¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar
abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar


¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan
abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente



Mario Benedetti

SIGAMOS DESPIERTOS

El jueves, sentada delante de mi ordenador, me disponía a trabajar como cada mañana. No pude porque había una mariposilla que no dejaba de revolotearme por dentro. Emocionada por el movimiento ciudadano en todas las plazas del país y otras tantas allá fuera, escribí un texto deseando una feliz era nueva a todos.

Hoy la mariposilla tampoco me deja trabajar, pero porque se ha convertido en gusano y la tengo pegada en la boca del estómago.

Contando las horas para poder ir a Sol o bajar a la Fuente Dorada de Valladolid, creí que por fin habíamos abierto los ojos y nos estábamos reuniendo para intentar cambiar las cosas, para conseguir un mundo mejor, más humano y menos económico, para poder vivir tranquilos. Lo estábamos haciendo, lo estamos haciendo y lo seguiremos haciendo, porque somos muchos, pero los resultados de ayer me demostraron que aun hay gente que no quiere justicia o que simplemente se comporta como autómata de un sistema enfermo.

Como dice mi papá, tenemos a todo el grueso del pueblo en contra por envidia, por maldad, por ignorancia, por estupidez, porque no quieren que se mueva una piedra. Es cierto. Pero mi papá es muy negativo. Yo creo que hemos conseguido lo más importante. Movilizarnos, organizarnos, soñar en colectivo. Y podemos cambiar las cosas, estoy segura.

Alguien ha escrito hoy: “Escojo la esperanza porque la virtud del revolucionario es la paciencia. No lo olvides y no vuelvas a dormirte, porque estás más guap@ despiert@”.

Pues eso. Todos bien despiertos.

Besos revolucionarios

FELIZ ERA NUEVA (2)

Hacía días que no encontraba motivos para escribir. Y ya los tengo. Y son poderosos.

Por primera vez en mi vida estoy viendo un cambio que se está contagiando como la peor de las epidemias. Bendita epidemia. Ahora sí. Hasta ahora no hacía más que oír a gente quejarse de todo: de los sueldos, de los bancos, de la falta de trabajo, del sistema. Del sistema. Este sistema que nos ha convertido en cazadores de dinero, en buscadores de comodidad y en devoradores de los otros.

Ha hecho falta mucho tiempo y mucho cansancio para decidirnos a abrir los ojos y empezar a movernos. Pero parece que por fin ese cambio de era que algunos vaticinaban, esa nueva conciencia que estaba por llegar, ha empezado a introducirse poco a poco en las cabecitas de muchos.

Es posible que los cambios a efectos prácticos, físicos, visibles, no sean definitivos. Es muy difícil acabar con algo que lleva tanto tiempo construyéndose. Es el principio del fin o el final del principio. De algo muy largo. Pero lo que está cambiando es algo que no se ve y que es mucho más grande.

Es una guerra silenciosa, pacífica, invisible, que se gesta dentro de todos, de cada uno.

Feliz nueva era, ahora sí.

Los que no hayáis salido aun a la calle, hacedlo, es el momento.

Y sobre todo, votad con amor, con amor a todos.

Feliz era nueva (1)

Democracia Real Ya

Spanish Revolution

DE GIGANTES Y SOMBRAS


Me acabo de terminar un libro de esos en los que las palabras se mastican y se tragan. Ha sido una experiencia deliciosa. “Prosa poética”, dice mi vecina… Será. Habla de la muerte de una madre, de gigantes y de sombras. De recetas y de amor. De vacío.

Y yo, subrayadora nata de cualquier tesoro que encuentro entre las páginas, he dejado el libro repleto de mis líneas torcidas a lápiz.


Papá se las apaña bien al volante. No obstante, conducir con una tormenta de soledad y vacío es complicado. Todo arde, todo explota, los árboles clavados al revés en el cielo, el cielo clavado en el parabrisas.”

“Estoy colgado de mi esqueleto.”

“Hay anestesia en las tostadas. La hemos puesto por todas partes, para que nadie explote.”

“Me pesa todo el cuerpo, creo que es porque un corazón roto se diluye por todas partes a través de las venas, se extiende y se infla. Y te vuelca como si acabaras de darte un buen porrazo al caerte de la bicicleta, desnudo.”

“La casa está en apnea –lo está todas las noches-, solo tosen las sombras alguna que otra vez, cuando papá baja las escaleras en mitad de la noche.”

“Entramos en el país de los muertos. El cielo es blanco como el interior de una nube, y las estrellas negras como agujeros de tinta. Noche en mitad del desierto, en negativo.”


Mathias Malzieu. la alargada Sombra del Amor


Probadlo.

EVOCACIONES

Entierra todos sus juguetes en la arena. Hunde las manos, se embardurna, se reboza. Mientrastanto habla, canta, cuenta el cuento de Cenicienta.
Está en otro lugar.
La tierra está caliente.
Ella está feliz.


Un día, dentro de veinte años, estará tumbada en la playa con la mente vacía y recordará esa sensación al notar su cuerpo sobre la arena. Vivirá unos segundos de bienestar inexplicable y no sabrá de dónde viene. Le gustará pero nunca sabrá por qué.

SIMÉTRICAS


Hay dos mujeres en mi barrio que son como un espejo andante. Digo dos porque son dos cuerpos los que caminan, pero todo indica que por algún acontecimiento extraño, las dos forman un solo ser. Los gemelos, ya de por sí, fascinan. Lo sé porque soy gemela y nunca he entendido del todo esa fascinación. Pero con estas dos mujeres me pasa algo extraño. Yo creo que a mí y a cualquiera que se cruza en su camino.

No solo son iguales sino que se visten exactamente igual, llevan el mismo corte de pelo y caminan al mismo paso. Lo digo en serio. Caminan al mismo paso. Además llevan el bolso cada una a un lado, como si fueran un espejo. Yo creo que si una se cae, la otra también lo hace.

Normalmente los gemelos hacen todo lo posible por diferenciarse, reivindican su individualidad frente al conjunto que forman ante el mundo. Pero estas dos mujeres hacen todo lo contrario, reivindican su pertenencia a ese grupo único eliminando cualquier pequeño indicio de individualidad. Ellas no son una. Nunca serán una. ELLAS SON DOS.

Seguro que viven juntas, sino no podrían mantener tal sincronía. Me imagino su habitación: un espacio partido en dos, con dos camas cubiertas por la misma colcha, dos mesillas de noche y dos armarios. Seguro que se meten en la cama al mismo tiempo y se dan las buenas noches a la vez, apagan la luz de las mesillas y se tumban al unísono para soñar individualmente o de manera conjunta, quién sabe.

La unión de los gemelos univitelinos es muy fuerte. Pero la de estas dos mujeres es muy fuerte multiplicada por 10.000. Entonces, el día que una muera ¿qué pasará con la otra? Seguramente morirán las dos a la vez. Lo contrario sería como dejar a una persona viva partida por la mitad, o sea, algo imposible.

ANTES DE MORIR QUIERO


Me mandan un e-mail de esos que parecen una cadena. Normalmente los borro directamente, pero en éste el título me gustó especialmente. Y además me lo mandaba mi hermana, anticadenas, motivo doble para abrirlo. “Antes de morir quiero…” se llamaba. Al hacerlo, una foto de una pizarra gigante donde alguien ha continuado la frase escribiendo “…destacar en algo”, y debajo una letra diferente que dice “…salvar una vida”. Otro pone simplemente: “...divertirme”. Quizá sea el más sabio de todos.

Resulta que un artista decidió convertir una casa abandonada de Nueva Orleans en una pizarra gigante donde la gente podía continuar esa frase. Esas cuatro paredes que cualquier grúa hubiera derribado sin miramientos, pasaron a ser una colección de deseos anónimos incumplidos (o cumplidos, aunque cuando uno desea algo con mucha fuerza es porque no lo ha logrado nunca).

He estado pensando en cómo continuaría yo la frase, pero tengo muchos finales posibles. Todavía. Hay otros que, por conseguidos, han dejado de ser deseos. He estado pensando, también, que todos mis finales serán iguales que los vuestros y que los de los que han escrito con letras torcidas en la casa de Nueva Orleans. Porque al final, todos los deseos confluyen en uno.


COMPLICIDAD



Un poema de Elena Parreño (no es una magia o un don, solo el resultado de comprender lo que no se sabe decir):

Alguien ha movido la rama del árbol
que enmarca mi ventana...
Quizá fue una melodía, o una ilusión al pasar.
Yo no sé quién habla desde el otro lado,
qué insólita energía
advierto y encauzo.
La dulzura es la conciencia de todas las cosas
tomada con estoicismo.
No es una magia o un don,
solo el resultado
de comprender lo que no se sabe decir,
es un modo de añadirle a la sonrisa
el afecto ancestral de lo común.
Nadie está solo:
alguien ha movido la rama del árbol
que enmarca mi ventana.

DOS CORSÉS GEMELOS


Siempre me han gustado los mercadillos. Tienen algo de meterse en las casas ajenas. El suelo se llena de trocitos de vidas, normalmente vidas antiguas que ya nadie reclama y que se venden a un euro. Los vendedores colocan esos pedazos sobre mantas o sobre sábanas para que no se ensucien más de lo que ya están. A veces los dejan tumbados sobre el mismo suelo duro. Cuando uno ve esas paraditas piensa “¿Quién va a querer un tapón de bañera usado? ¿Y una foto arrugada en blanco y negro de una familia numerosa? ¿Quién va a querer una estatua rota que ya no se aguanta de pie?”. Alguien lo quiere. Y sorprendentemente son las paradas más llenas. Más que las de 12 calcetines a 1 euro y más que las de bragas gigantes imposibles de encontrar en ningún otro sitio. La gente se apelotona frente a ellas intentando encontrar algún tesoro entre muñecas desnudas despeinadas y bolsas llenas de serruchos oxidados.

Esta mañana, paseando entre todas esas riquezas, he encontrado algo que superaba cualquier hallazgo surrealista. En una esquina, al lado de una película de Braveheart y tras una montañita de peluches, había dos corsés ortopédicos. Eran iguales, del mismo tamaño, hechos la medida de dos cinturas estrechas de antaño. Uno de ellos tenía restos del esparadrapo que su dueña colocó para evitar las llagas (y digo dueña porque lo más probable es que fuera de una mujer).

Yo llevé un corsé ortopédico, yo tenía una cinturita antaño y yo colocaba esparadrapo para evitar las llagas. Yo tengo una hermana gemela cuyo corsé ortopédico era gemelo del mío. Como esos dos. Por eso al verlo he sentido que parte de mi vida estaba tirada en el suelo y que cualquiera podría comprarla. ¿Cuánto costarían? No he querido preguntarlo. Pero si compras uno tienes que comprar los dos. ¿Quién puede querer comprar dos corsés de plástico hechos a medida? ¿Por qué el vendedor no le ha quitado ni siquiera el esparadrapo? Y lo más importante de todo, ¿Por qué ha colocado delante una “L” de conductor novato?

Antes de hacer la foto y pasar de largo he sentido la necesidad de “rescatarlos”, pero en realidad ya no los quiero para nada. Demasiados médicos, demasiadas radiografías, demasiadas llagas y moratones. Así que ahí los he dejado, para el próximo que quiera compraros.

MADRID, TE QUIERO

Empezó como un ejercicio de clase en octubre de 2009. “Tenéis que escribir un guion de cortometraje. La consigna es ‘Madrid, te quiero’ o ‘El amor en Madrid’”, soltó mi estimado y admirado profesor, Pedro Loeb. “¡Para la semana que viene!”. (Es muy exigente). Entonces mi cabecita empezó a dar vueltas. ¿El amor? ¿En Madrid? En realidad el amor es igual en todas partes ¿no? Bien. Tenía que buscar, inventar y construir una historia de amor. Básico: que no fuera muy cursi, pero básico también: que fuera romántica, de amor de verdad, del bonito. Pero ¿con final triste o con final feliz? Pues un poquito de los dos. Agridulce le he llamado. También sería interesante que hiciera reír un poco, porque ir al cine sólo a llorar no mola. Comedia agridulce pues.

Eché a volar mi imaginación, cogí un trocito de aquí, un trocito de allá, metí a un joven graciosillo que se comería la pantalla, a una tristeyatractiva mujer madura con mirada de abismo y, lo más importante, una flor de pelo que se convertiría en coprotagonista. Lo mezclé todo y ¡chas! Tras innumerables reescrituras nació esta historia, “Una flor en recepción”.

Un amigo me animó a que lo rodáramos juntos. Pero ese amigo (sí, tú, Manuel), me abandonó. Y yo, despechada, pensé “¡Pues ahora lo voy a hacer yo sola! Con mi dilatada experiencia (un cortometraje y con ayuda) seguro que me sale bien”. Además ¿Sabéis qué? Que yo siempre he tenido una flor en el culo (manera vulgar de decir que tengo mucha suerte).

Hoy, casi un año y medio después de concebir el germen de esta historia, mi querido hijito está de camino. Tras una eterna preproducción (en Valladolid), rodaje (en Madrid) y posproducción (en Barcelona) con inconvenientes de todos los colores y gastos y gastos y más gastos, un disco duro vuela en un avión caminito de mi casa. ¡Esta noche lo veré! ¡Con su color de cine! ¡Con su música de película! ¡Con sus actores grandes grandes! Lo cierto es que ya lo he visto tantas veces que lo he aborrecido un poco, y eso que aún no se ha estrenado. Pero hoy lo veré por primera vez al completo. Y me voy a emocionar. Sí, me voy a emocionar.

Gracias a todos los que habéis hecho posible esta historia. Ya sabéis quienes sois.

LA CHICA DEL COLUMPIO

Abrigo largo, pantalón de pana y zapatos de niña pequeña. Lleva un moño muy grande despeinado y atravesado por un larguísimo palo de madera. Debe tener una melena muy larga, pero se la recoge de mala manera y se pone unos cascos gigantes que le sirven también de orejeras. Siempre va igual. Así vista, hace un poco de gracia. Se esconde entre sus ropas pero la belleza se le escapa por todas partes. Todavía no se ha dado cuenta. O quizás sí, pero se empeña en retenerla.

Debe tener 20 años, quizás alguno más. Llega todos los sábados al parque a eso de las 11, cuando aún no hay gente, y se sienta en un columpio. Siempre en el mismo. Entonces empieza a columpiarse muy fuerte, como si quisiera salir volando, forzando las cadenas poco acostumbradas a cuerpos adultos. A veces incluso cierra los ojos y llega muy muy alto.

Me encantaría saber qué música escucha, si es que es música. Sea lo que sea, debe ser algo raro. Tiene cara de leer mucho, de estar todo el día en otros mundos, de querer desaparecer, de no querer ser observada.

Se columpia entre media hora y una hora, sin parar, dependiendo de la gente que haya, empujándose enérgicamente con sus largas piernas. Abrigo para arriba, abrigo para abajo. Abrigo para arriba, abrigo para abajo. Y cuando acaba, hunde sus zapatos infantiles en la tierra, se baja y se va tranquilamente por donde ha venido sin mirar a nadie.

Un día, después de que se marchara, me subí al columpio. Había olvidado esa sensación. La había olvidado tanto que se me revolvió el estómago y la cabeza empezó a darme vueltas. Ya no estoy acostumbrada. Y quizás debería volver a acostumbrarme porque al cerrar los ojos, suspendida en el aire, tuve la sensación de estar volando. Como en los sueños pero de verdad.

RETORNO

Hola blog, un año después de dejarte he decidido volver contigo. En estos doce meses me he dado cuenta de que tengo que escribirte y rellenarte. Utilizarte. La vida es muy blogueable. Es absolutamente blogueable. Yo ya lo sabía pero me lié con un montón de cosas y uno siempre aparca las que no debería. No debí dejarte, pero eso hace que ahora te quiera más.

Hacía tiempo que no escribía en un papel y ahora he sentido la necesidad de hacerlo para contaros que la mujer de mi lado (que me ha robado el asiento de la ventana -estoy en el tren-) se ha colocado delante una foto de la Virgen con el niño Jesús en brazos mientras lee. Se debe sentir mejor así. El caso es que la foto, envuelta en una nebulosa típica de las pinturas religiosas, me tranquiliza a mi también.

Ella lee y yo escribo. Y María mira a su retoño mientras él nos mira a nosotras. ¡Qué cosas! ¡Y más que os tengo que contar! Pero esta vez sin fechas fijas. Ahora, cada vez que la vida me regale una emoción, os la pasaré por aquí por si quereis sentirla también vosotros. Bueno, cada vez no, que me regala muchas. Haré una selección y cuando las musas y el tiempo se pongan de acuerdo, aquí estaré. ¡Me alegro de veros!

Besos besos besos.