UNA MUJER CON FORMA DE ÁRBOL

Anoche estuve de excursión. Visité un lugar que ya no existe. La casita de la puerta azul vomita cemento por sus tres agujeros. Ya no puede respirar. La han dejado en coma. Está tapiada, sellada. Convertida en una piedra. Pero late por debajo. Tras el cemento gris solo oscuridad y un montón de recuerdos. “En paz descanse”, han escrito en la puerta.

Ella ya no habla, y un poquito más allá, en un rincón, se amontonan algunos enseres. Una bombona, un carrito del súper, una silla. Naturalezas muertas.

Hago una foto y al abrirla en mi teléfono, veo un arbolito que ha posado para mí. Frente a todas esas cosas el arbolito parece una persona, más concretamente una mujer. Una mujer morena de larga melena. Está erguido, tieso, hermoso. Tiene una copa pequeña pero frondosa, de un verde muy verde. Reclama protagonismo.

En el rincón más olvidado de la colonia, crece un arbolito muy humano. Rodeado de casas mudas, él ya es el único que se atreve a decir algo.