PEQUEÑA MAYA



La pequeña Maya anda flotando en un espacio acuoso, suave, tibio. Los ruidos de aquí fuera le llegan amortiguados. Ahora solo descansa, duerme, se prepara.

¿Intuye? ¿Piensa? ¿Sueña?

Un cerebro pequeño que se proyecta hacia un pequeño planeta, hacia un mundo minúsculo habitado por seres microscópicos con ilusiones de gigante.

Maya viene de las estrellas. Todos venimos de las estrellas y a las estrellas hay que volver. Lo dijo alguien muy viejo en una película demasiado hermosa*. Nos transformamos en las entrañas de nuestras madres y cuando caemos ahí, directos desde la Vía Láctea, ya no hay marcha atrás.

Obligados a caminar hacia adelante, siempre.

Maya es el resultado de un deseo global, de un conglomerado de muchos anhelos juntos. Maya y Altea y Alejandra y Jofre y todos esos trocitos de piel y huesos que se están gestando en todos los vientres de todas las madres del mundo.

Trozos de vida palpables que ya han empezado a existir.

Ellos son el futuro ejército (sin armas, con amor) que convertirá nuestro planeta en un espacio más grande, para poder estirar los brazos, las piernas, los dedos y todos nuestros deseos.

*El cielo gira, de Mercedes Álvarez.