lluvia

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cae para ti esta lluvia de mañana
-ligera-
se derrama lenta porque
sabe que te limpia el alma
desplomándose
sobre la ciudad aun dormida
sin hacer apenas ruido

sabe que cayó como nunca
el día que viste la luz
en la tierra del agua

y es hermosa
-dicen algunos al verla caer
arrastrando todo lo inerte-
y sonríen porque creen que es de ellos
esta riqueza telúrica y líquida

pero yo sé que hoy cae para ti
esta tormenta ligera,
que no es de ellos,
ni de mi,
ni de nadie más que
del que se queda deslumbrado -mirándola-,
del que desaparece
perdido entre las brumas
buscando el infinito
en un mundo terriblemente finito


*Tormenta de lluvia sobre el mar, de John Constable (1824-1828).

silencio

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la estrella de la muerte
tiene cinco puntas
que se clavan en la espalda,
en los ojos pasmados,
en la boca abierta del grito,
en lo más hondo del corazón

afiladas como cuchillos traen consigo
el ruido infame del miedo y el caos;
y perforada la piel,
sobran ya las palabras,
incluso las de este poema
escritas a modo de lágrima,
de vómito ácido

salir a buscar el silencio es la clave,
encontrarlo -donde sea- obligada misión,
retenerlo, sujetarlo fuerte
contra estos cuerpos nuestros
que se están quedando ya fríos
de ver tanto horror sin
poder siquiera llegar a sentirlo


*Pintura de Anthony Pilley (1984)

arlequín

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negra la lágrima que desciende -recta-
dibujando un fino
arañazo en mi cara,
una marca que apenas se ve
pero que parte en dos este alma gastada

dos bloques de mármol dentro del cuerpo de piel y de huesos

tristeza
línea vertical, profunda, viscosa,
que añade una imperceptible huella a esta piel ajada,
afuera el denso color
adentro la ruina

claridad
grieta profunda
en la que penetra la luz
deslumbrando al dolor, 
abrazando de nuevo a la vida