LA TRISTEZA Y LOS POETAS

Dice Rilke que la tristeza es necesaria para poder crecer. Que cuando entra dentro de uno lo hace de manera inesperada y que, precisamente por eso, y por ser algo que no está habitualmente en nosotros, aparece como algo nuevo. "Todo lo que hay en nosotros retrocede, surge un silencio y lo extraño, que nadie conoce, se yergue en medio y calla", dice.

Rilke era un poeta, así que debe saber bien de lo que habla. Porque los poetas son tristes de por sí y los poemas no son más que angustia en estado puro transformada en palabras. Ellos entienden mejor que nadie a ese sentimiento que les ha llevado a conocer los abismos más profundos.

Yo me siento incapaz de escribir poesía, de concentrar una idea en dos o tres palabras y que además rime, sea bello y que, al leerlo, suene música. Los poetas son alquimistas. Convierten el alma en palabra, el sentir en texto. Lo saben. Y entre ellos se reconocen. Porque a dos poetas, sean de donde sean y tengan la edad que tengan, lo que les une es mucho más fuerte que todo lo que les separa.

Los poetas saben lidiar con sus demonios, los aplastan a base de versos y eso les hace más fuertes. Saben convivir con la tristeza, esa odiada palabra que no tiene cabida en la vida trepidante de falsas sonrisas que vivimos. Yo propongo que cuando llegue no la echemos, que convivamos con ella y la conozcamos. Quizá nos enseñe algo, quizá nos haga crecer.

"Cuanto más silenciosos, pacientes y abiertos estemos en la tristeza, más honda y certeramente entrará en nosotros lo nuevo, mejor lo adquiriremos, más se hará destino nuestro, y más nos sentiremos familiares y próximos a él cuando un día "acontezca" (es decir, cuando salga de nosotros hacia los demás)". No lo digo yo, lo dice Rilke, que sabe bien de lo que habla.