ESTÁ ESCRITO

Ayer salí del cine con el corazón encogido. Lo provocó una historia dentro de otra historia- la vida de Milagros en la película Una palabra tuya – y una imagen que tardará en irse de mi cabeza y que me afectó especialmente por tener en mi vida un bebé de pocos meses.

Milagros no es la protagonista, pero como si lo fuera. Es una persona alegre, vital, cómica. Va de un lado a otro sin pensar en nada, ni en el futuro más lejano ni en el del día siguiente. Le da igual, vive el momento y se come el tiempo a bocados porque se le escapa. Eso es al menos lo que se ve por fuera. Porque por dentro se muere de miedo y poco a poco es devorada por una soledad que invade todo su espacio. En palabras de la directora –Ángeles González Sinde-, la trayectoria vital de Milagros camina hacia la nada más cruel.

Hay personas que nacen con la suerte de cara. Y otras acumulan en sus biografías hechos tan dolorosos que tumbarían de golpe al más fuerte. Esas personas van aguantando y la vida les va dando golpe tras golpe donde más duele, cada uno más fuerte que el anterior. Hasta que ya no pueden más. Acaban cayendo porque nacieron con el destino marcado en la frente. Y entonces se van por donde habían venido. Al polvo, a la oscuridad.