¿TE GUSTARÍA SABER LA VERDAD?

Estoy paseando por el parque con mi hija y se me acerca un grupo de abuelas. Una de ellas me da un folleto con la foto de una puesta de sol espectacular, cielo nublado y orilla con pasos de algún caminante desconocido. “Léetelo que es muy interesante”, me dice. Al lado de la foto está el título: ¿Le gustaría saber la verdad? Y debajo seis preguntas que se supone que nos hacemos todos a menudo: ¿Qué nos sucede al morir? / ¿Hay alguna esperanza para los muertos? / ¿Cómo encontrar la felicidad? ...

Yo me lo leo, porque soy muy aplicada. Y entonces me pregunto ¿Tengo cara de estar buscando a Dios? Porque no es la primera vez que me pasa. Pero bueno, da igual. Me llevo el folleto a casa y, cuando tengo un rato para leerlo, alucino. Acompañado de fotos de tumbas, niños heridos y gente rezando, el autor del folleto –dudo que haya sido Dios si Dios es como dicen ellos- nos da respuestas a todas nuestras profundas preguntas.

En una de ellas afirma que la mayoría de las personas que han muerto volverán a la vida. ¿Ah sí? Y yo sin saberlo. ¿Por qué no le ha tocado algún amigo mío? ¿O algún amigo de algún amigo de algún amigo? También dice que muchos piensan equivocadamente que sus oraciones no son contestadas. ¡Otra sorpresa! ¿Alguien ha recibido alguna vez respuesta del Todopoderoso? O ya no respuesta ¿Alguien ha vislumbrado algún mínimo indicio de su presencia por ahí? Porque si es así, se está pasando un huevo. O sea, ya está viniendo a arreglar todo el lío que hay montado.

Luego dice que serán felices sólo aquellos que tengan conciencia de su necesidad espiritual. Ahí ya podemos estar algo de acuerdo, ¡algo!. Pero la conclusión acaba por estropearlo todo. Porque dicen que si eres consciente de tu necesidad espiritual –como si el espíritu solo se alimentara con la religión- les pedirás que te manden la Biblia a casa y además, les solicitarás un curso bíblico gratuito a domicilio: “Un testigo de Jehová capacitado para dar clases bíblicas irá con gusto a su hogar para dedicar un poco de tiempo cada semana a analizar la Biblia con usted”. ¡Uy! ¡Casi me pillan!

Me consuela pensar que ellos creen que están haciendo el bien. Pero no me gusta que me asalten por la calle y me enseñen las desgracias humanas para luego venderme cualquier cosa. Creo que las personas verdaderamente ricas de espíritu emplean su tiempo y su dinero en otras cosas o de otra manera. Pero, está claro, si me vuelven a parar por la calle, volveré a coger el folleto, que luego dicen que nadie les escucha (no me extraña).