DESPUÉS DE LA ORACIÓN DE LA NOCHE

Ayer descubrí a un tipo que pintaba las sombras como nadie. No había oído su nombre en la vida, pero es que soy una gran inculta en cuanto a las artes plásticas. Aunque su nombre sea más catalán que otra cosa, Xavier Mellery fue un pintor belga que amaba lo siniestro. Esto es algo que deduje yo después de ver dos cuadros suyos en una exposición que hay Madrid titulada “La sombra”.

De entre todos los lienzos de todas las épocas que vi me quedé con uno suyo y, antes de irme, quise volver y pararme a observarlo. Se titula “Después de la oración de la noche” y en él aparecen cuatro monjitas cabizbajas con las caras difusas subiendo una escalera oscura. Si miras el cuadro se te ponen los pelos de punta. Por la escena, por la quietud, por el momento, por los hábitos, por las palabras oración y noche.

¿Cómo puede alguien coger un pincel y hacer algo así? ¿En que estaría pensando? O ¿Qué querría transmitir? Se ve que el tal Mellery pertenece a la corriente de los simbolistas, estilo cuyos nombres más conocidos son Rimbaud y Verlaine, los malditos, junto al padre de lo oscuro, Baudeleire. Qué época aquélla, ¿no? ¿Qué estaría pasando para que los artistas se decidieran a escribir poemarios titulados Una temporada en el infierno, Las flores del mal o en el que se pintaban cuadros cómo éste? ¿Tan negro era todo? ¿Tan oscuro, tan siniestro?

Muchas veces he deseado haber vivido en esa época. Aunque estoy segura de que era realmente dura. Pero siempre me he sentido irremediablemente atraída hacia lo sombrío. Me encanta visitar iglesias, ver cuadros de santos y mirar los crucifijos. El olor a cera y a madera vieja. Todo lo antiguo. Por eso ayer me enamoré del cuadro de Mellery. Al margen de mis inclinaciones creo que transmite mucho. Y solo nos está mostrando una imagen cotidiana. Supongo que es porque es ahí, en lo cotidiano, donde reside la esencia de todo.

Este texto tiene algo que ver con Dios, pero esta vez no le metáis en esto, él no tiene la culpa.