esta mañana el cielo estaba
granate, verde oscuro, casi negro
los truenos partían el horizonte en
trozos
que se despedazaban y caían, ruidosos,
sobre los tejados aun dormidos
de la ciudad inmóvil
llovían paredes, ventanas, planetas
llovían paredes, ventanas, planetas
densos nubarrones a punto han estado
de devorar Barcelona en una
increíble simulación del apocalipsis
silencio roto por el estrépito,
sonoras lágrimas golpeando
mis cristales viejos
mis cristales viejos
-la insistente llamada de la naturaleza-
qué difícil no acordarse de ti
en mañanas fértiles como ésta
cuando la luz no es la propia,
cuando el color es otro,
cuando una empieza el día desubicada
porque lo que parecía inamovible
amanece puesto del revés