EL TONTO DEL SEGUNDO

Tengo un vecino que es muy tonto. Un fastidio humano que nació para estorbar. Todos tenemos nuestra función en el mundo y él nació para eso, pobrecico. Lo peor de todo es que me ha tocado tenerle tres pisos más abajo y ¡Mira que hay metros! Pero aun y así, y muy a mi pesar, le oigo. Bueno, yo y todo el vecindario. El chaval se esmera bastante.

Es tan tonto que ayer, a las diez y media de la noche empezó a dar martillazos. No sé si estaría construyendo un refugio antinuclear o dándose de cabezazos contra la pared pero si mirabas al patio interior, las cabecitas de los vecinos iban asomándose y diciendo “Ssssstth!”. Luego: “¡¿Quieres para ya?!”. Luego “¡Que hay niños durmiendo!”. Y él erre que erre. Lo único que se le oía decir era “¡Hasta las 11 puedo hacer ruido!”. No sé de dónde habrá sacado eso pero el muy limitado no paraba de repetirlo. ¡Ah! Y sus amiguitas (tontas también, dimeconquienvasytediréquieneres) se reían escandalosamente como si fuera superdivertido todo lo que estaba pasando. Supongo que debió ser una de las experiencias más extremas de sus vidas.

Total, que al final hubo que bajar. Con la cena puesta en la mesa, dos valientes salieron al rellano y bajaron la escalerita de caracol con baranda verde. “¡Ring! ¡Riiiing!” ¡Abrió súper rápido! “¡¿Qué pasa?!”. El muy tonto temblaba de nervios y todo, porque claro, sabía que la estaba liando. Y, cómo no, dijo su archiconocida frase: “Hasta las 11 tengo tiempo”. “¿Pero no te importa molestar a todos los vecinos?”, le dijo Valiente 1. “Hasta las 11 tengo tiempo, y si no tienes nada más que decir…”. ¡Y le cerró la puerta en las narices! Encima estúpido. Es una cajita de sorpresas.

Entonces Valiente 1 y Valiente 2 subieron y tras un minicomité en el rellano se decidió llamar a la policía si seguía con el martillito. Pero paró. Qué triste llegar a eso. Lo más triste de todo es que Don Molesto, el tonto del segundo, pone a menudo la tele o la música a todo volumen a horas intempestivas. En estos casos ¿qué hay que hacer? Yo he de confesar que hoy le he molestado un poquito pero solo un poquito, ni una milésima parte de lo que me molesta él a mí. Le he picado por la mañana y durante la siesta, porque seguro que duerme todo el día, qué va a hacer si no. El mundo se abre ante él como un territorio inhóspito lleno de seres a los que molestar. Así que nada, a ver cómo se porta esta noche.