nunca quisieron quererse
así que lo hicieron a ratos,
en lugares y en cuerpos distintos,
en tiempos que nunca fueron el mismo
no querían quererse
pero -a veces- se les venía encima
y se llevaba por delante
las certezas, el calor,
el amor propio también
al tiempo regresaban,
entonces
simulaban ser seres invictos
que no querían quererse,
pero -desprevenidos- se dejaban
la puerta entreabierta
y entraba sigiloso -traidor-
hasta el fondo
no, nunca,
nunca quisieron quererse,
por eso fue fácil dejarlo morir
sin tener que luchar
por algo que ni siquiera había existido
* Imagen del cuadro Los amantes, de René Magritte (1928)