DE PIEDRAS Y ABURRIMIENTOS

En un rinconcito del río Mundo hay una roca con un pueblo al fondo. Allí subí a tres niños que miran a las nubes con catalejos que metal, que se duermen en los laureles y que lanzan piedras con guantes de portero. Y me dejaron. Allí tiré una maleta al río que flotó como ninguna maleta ha flotado nunca. Y me dejaron. Y en ella escondí un tesoro que hacía reír mucho. También me dejaron.

A base de tirar piedras, los tres niños mataban el aburrimiento mientras abajo, un general de pañuelo rojo capitaneaba a un miniejército de incansables soldados. A su lado, un hombre llamado amor le robaba al río su mejor perfil y al fondo, en una caravana escondida, dos chicas vestían y peinaban, pintaban bigotes y pupas y le traían la sombra al tesoro escondido. Mientras, dos fornidos caballeros le decían al Sol que se esperara, o que saliera, ellos también movían la sombra, calentaban orejas y llevaban los bolsillos repletos de átomos.

Una mujer con nombre de copo se ocupó de que la soledad se quedara bien lejos del río. Le ayudó un joven con acento de futbolista que iba tapando agujeros por todas partes y, en medio del lío, una pelirroja inquieta pintaba con rotulador negro una pizarra blanca. Un chico sonriente miraba fotos de su amor y nos encendía la tele. Nos enseñaba que estábamos haciendo algo hermoso y entonces su sonrisa se trasladaba a nuestras bocas.

El señor entrañable pintó la maleta con un pincel de oro y trajo consigo a un amigo que sujetaba a los niños a sus risas y les cubría las piernas con mantas. Entre toda la marabunta, un nervio pequeño con nombre de dibujo animado y sus compinches hacían posible la historia. Escondían el ruido, nos traían comida, nos llevaban a casa. Y un chico con forma de paz miraba, miraba, miraba, se colocaba los cascos, buscaba las voces.

Si no habéis entendido nada es porque no estuvisteis allí. En el río Mundo pasan cosas extrañas. Ya lo veréis.

joelnachocristianjaviermanueljuankikonievesdamiánpablomomosilviahéctordiegoluisraulpablopaulajesúsdavidjuanjobeliricomaríagonzalounchipapásmamás… ¡Gracias!

LA PRIMERA SÍLABA

Uno de los pocos recuerdos que tengo de cuando era muy pequeña es el momento en que aprendí a leer o que tomé conciencia de lo que significaba. Otro es el de un colgante que tenía mi madre que era una bailarina y que yo me metía en la boca. Pero vayamos a la lectura. Yo estaba sentada en un banco del patio con la profesora, con un cuaderno lleno de letras delante de mí y, por primera vez en mi vida, uní dos letras y leí. En ese momento, además de iniciarme en la habilidad de trasladar las letras del papel hasta mi lengua, entendí muchas cosas. Y me hice un poco mayor.

Hay momentos en los que nos hacemos mayores de golpe. A veces crecemos, a veces decrecemos y la mayoría de las veces nos mantenemos ahí, en stand by, envejeciendo. El día que conseguí unir dos letras crecí mucho. No sé si al llegar a casa medía lo mismo o no, pero sí entendí que, a partir de entonces, podría ver algo más que dibujos en mis cuentos, descifraría la letra pequeña de los periódicos (aunque por entonces no me interesaban mucho) o que, en un futuro, leería las cartas de futuros amores.

Ese día llené una parte muy grande de mí. El resto lo he ido llenando después y aún estoy en ello. Pero hice un buen trabajo. Y aquella profesora anónima con bata que estaba a mi lado posiblemente no llegue a entender nunca la magnitud de su trabajo. Hoy me gustaría saber quién es. Sobre todo para darle las gracias. Pero también para saber algo más de la persona con la que viví un momento que sigue ahí, grabado, en los entresijos de mi cerebelo.