SIMÉTRICAS


Hay dos mujeres en mi barrio que son como un espejo andante. Digo dos porque son dos cuerpos los que caminan, pero todo indica que por algún acontecimiento extraño, las dos forman un solo ser. Los gemelos, ya de por sí, fascinan. Lo sé porque soy gemela y nunca he entendido del todo esa fascinación. Pero con estas dos mujeres me pasa algo extraño. Yo creo que a mí y a cualquiera que se cruza en su camino.

No solo son iguales sino que se visten exactamente igual, llevan el mismo corte de pelo y caminan al mismo paso. Lo digo en serio. Caminan al mismo paso. Además llevan el bolso cada una a un lado, como si fueran un espejo. Yo creo que si una se cae, la otra también lo hace.

Normalmente los gemelos hacen todo lo posible por diferenciarse, reivindican su individualidad frente al conjunto que forman ante el mundo. Pero estas dos mujeres hacen todo lo contrario, reivindican su pertenencia a ese grupo único eliminando cualquier pequeño indicio de individualidad. Ellas no son una. Nunca serán una. ELLAS SON DOS.

Seguro que viven juntas, sino no podrían mantener tal sincronía. Me imagino su habitación: un espacio partido en dos, con dos camas cubiertas por la misma colcha, dos mesillas de noche y dos armarios. Seguro que se meten en la cama al mismo tiempo y se dan las buenas noches a la vez, apagan la luz de las mesillas y se tumban al unísono para soñar individualmente o de manera conjunta, quién sabe.

La unión de los gemelos univitelinos es muy fuerte. Pero la de estas dos mujeres es muy fuerte multiplicada por 10.000. Entonces, el día que una muera ¿qué pasará con la otra? Seguramente morirán las dos a la vez. Lo contrario sería como dejar a una persona viva partida por la mitad, o sea, algo imposible.