LA EDAD DEL PAVO

Mirando la revista del domingo de un periódico cualquiera me encuentro con que una fotógrafa holandesa ha dedicado varios años a buscar preadolescentes y adolescentes por todo el mundo para inmortalizarlos con su cámara, proyecto que tiene como resultado un retrato increíble sobre la metamorfosis humana.

Todos hemos sido prepúbures y púberes. ¡Qué mala época! ¡Y qué buena a la vez! Qué horroroso ver cómo tu cuerpo se convierte en algo que no ha sido nunca a una velocidad imparable. Ver cómo tus piernas se cubren de vello, cómo se te ensanchan las caderas, se te hinchan los pechos o cómo un buen día tu madre te dice que ya eres una mujer porque tienes que empezar a usar compresas. Y a lo mejor por entonces a ti todavía te apetece seguir jugando con muñecas y te revelas porque no te da la gana dejar de ser una niña. Es maravilloso ser un niño porque mientras te dedicas a descubrir el mundo, todo lo demás lo hacen por ti. Pero de golpe tu cuerpo te va convirtiendo en otra cosa, en algo que tú hasta entonces veías como aburridísimo. En un adulto.

Entre las fotos que vienen en la revista aparece un chaval de unos 13 o 14 años con la mirada más triste que he visto en mi vida. Tiene unos ojos graaaandes, la piel pálida y unas piernas tan largas que apenas entran en el cuadro. Está en un momento en el que la transformación le hace horrendo, y él es su peor enemigo, porque uno es como se siente y él se siente horroroso, se nota. Seguro que detesta mirarse al espejo. La foto está tomada en un parque de Amsterdam, rodeada de verde y él desentona tanto como en cualquier otro sitio, porque seguro que solo está a gusto en casa, encerrado en su habitación soñando con mundos imposibles.

En el reportaje la artista destaca la gran diferencia entre chicos y chicas delante de una cámara. Mientras ellas posan tranquilas, ellos no saben dónde meterse, pero todos tienen algo en común: todos están serios, nadie sonríe. No vamos a decir que la época de la edad del pavo –calificativo que encima tienes que soportar además de afrontar tantos cambios- sea triste de por sí, pero seguro que muchos lo han pasado mal en algún momento. Supongo que porque es entonces cuando uno toma conciencia de que no todo en la vida son “flors i violes”. Es más, estoy segura de que somos mayoría los que tenemos fotos de esa época escondidas en alguna parte, esperando que nunca nadie las desentierre y vean lo que fuimos antes de ser lo que somos en el momento de la transformación. Un desastre.

Por cierto, la artista se llama Rineke Dijstra y sus fotos se expondrán a partir del 29 de enero en la galería de La Fábrica, en Madrid.