EN EL GIMNASIO

En mi gimnasio hay un tipo que tiene músculos que yo no sabía ni que existían. Tiene tantos músculos que parece que lo hayan inflado con una mancha y que en cualquier momento vaya a salir volando, flotando por los aires. Le salen de todas partes menos de la cabeza y los pies. Y encima va cada día a ver si se pone más fuerte.

El otro día estaba yo escuchando mientras él hablaba con otro (no lo pude evitar, estaban a mi lado) y ¿sabes qué decían? Hablaban de las diferencias entre fuerte, marcado y fibrado. Madre mía, cuánto aprendí. Hablaban de un tipo, un tal Carlos, que se que entrenaba muy bien. Uno decía que estaba super fuerte, pero el musculman le dijo que no, que ¡nanai de la china! Que “fuerte fuerte, lo que se dice fuerte, no está. Está marcado, que no es lo mismo. Porque no tiene apenas masa. Le pellizcas y solo le pillas piel”. Supongo que quería diferenciar a este tal Carlos de sí mismo, que es el FUERTE por definición. Ahora me han dao ganas de pellizcar a Carlos para comprobar lo de la piel.

Aparte del musculman este hay otros dos que no se quedan atrás. Parecen porteros de discoteca y pegan unos berridos cuando levantan las pesas… A mí me asustan un poco cuando emiten esos sonidos. Me da la impresión de que se les va a doblar esos brazos que son tan anchos como mi cintura (y mi cintura es normal, no de avispa) y que se les van a partir los huesos de cuajo. ¡Crec! Ay, no quiero ni pensarlo pero no puedo evitarlo cuando les oigo gritar así.

A veces me miro y les miro y pienso: ¿Pero qué hago yo aquí sudando la gota gorda para levantar pesas de 2 kilitos? Y la respuesta es que me relaja. Y eso que el lugar no pone mucho de su parte, porque entre la música chumba chumba y los berridos de los forzudos el ambiente no es muy plácido que se diga. Pero me gusta ir. Entre otras cosas porque en un gimnasio coincide gente que no verías junta en ningún otro lugar (a lo mejor en la cola del pan y poco más). Hay forzudos, mujeres mayores, adolescentes acomplejados, camioneros, ejecutivos, deportistas, rusos, catalanes, colombianos… ¡Me gusta! Todos en una gran sala forrada de espejos para que puedan verse bien desde cualquier ángulo (es horroroso porque hay ángulos en los que no querrías verte nunca).

¡Ah! Y también me gusta ir porque el monitor se va paseando y entre vuelta y vuelta me dice “¡Venga campeona!”. Y yo me crezco y me creo que me estoy entrenando para un campeonato mundial. Entonces salgo pletórica. Cansada, con agujetas y dolor de cuello pero pletórica.