LOS OTROS


Me presento en un rodaje de época en un pueblo perdido de la provincia de Valladolid, un pueblo fantasma que huele a estiércol y donde parece no haber vida hasta que llegamos a la Colegiata. Allí, alguien con muy buen ojo ha decidido rodar una historia ambientada en uno de esos siglos indefinidos donde la oscuridad y la iglesia reinaban en todas las vidas.

Encontramos un caballero montado a caballo, un joven cura con los ojos pintados de negro, un obispo que es el fiel retrato de Ratzinger y una monja enlutada. Es una monja enlutada como podría ser una viuda negra o la imagen misma de la muerte que viene a buscarte.

La primera vez que la vemos lleva un velo negro que le cubre la cara. Es como una presencia con burka de encaje, pero en versión fantasma. En el rodaje es una mera figurante, apenas tiene un par de frases. Pero para mi es la estrella. Pone los pelos de punta. Sus facciones, su ropa, su pose. Su fuerza. Su presencia.

Ahí os la dejo. La laca que hay al fondo demuestra que la foto es actual. Si ese objeto no estuviera todos pensaríamos que la imagen es de otro tiempo. Y es que yo creo que esa mujer se ha equivocado de época.

LOS CUERPOS SON DE CARNE

El plástico no es para los cuerpos. Los cuerpos son de carne. Y cuando la edad avanza son de arrugas y de manchas. Es así. No podemos cambiarlo. Es como el tiempo, no podemos pararlo. Y las arrugas no son malas ni son feas. Son el síntoma de haber vivido mucho. El mejor síntoma del mundo.

¿Por qué se opera una mujer que ya es hermosa? ¿Por qué se rellena los pechos y los labios? ¿Por qué se estira la piel? ¿Qué le hace pensar que su belleza es menor que la de aquella a las que quiere parecerse? ¿Por qué quiere tan poco su cuerpo? La edad nos hace mejores, sobretodo más sabios, pero también más guapos.

Mujeres, hermosas todas, tenéis muchos dones. Desarrolladlos. Dejad el plástico y la química para las muñecas. Vosotras no sois muñecas. Sois personas. Grandes, complejas, infinitas.

CREANDO VIDA (CREANDO MUERTE)


Me gustan las fotos de mujeres embarazadas. Me gustan las mujeres embarazadas. Lo que son. Lo que están haciendo. Lo que están creando.

Me gusta mucho esta foto. Me encanta que la barriga no sea perfecta. Que sus formas no sean suaves. Que la tripa parezca estar aplastada por su propia pierna. Me gusta que la mujer sea pálida como la nieve (como el fondo, del que apenas se diferencia), que los pezones sean del mismo color que su pelo. Es una foto bicolor. Blanco y naranja. Me gusta ver al bebé a través de una piel transparente y me gusta que ella, ya madre, nos haga callar para que no despertemos a ese trozo de piel y huesos que tiene clavado en las entrañas.

Hay quien dice que las mujeres, al parir, abrimos el camino del sufrimiento y cerramos el del descanso. Otros creen que la paz en el mundo empieza en el vientre de la madre. Es la bipolaridad propia de las grandes cosas, de las grandes hazañas, de las grandes películas, de las grandes obras.

Foto de David del Val

UNA SOMBRA SIN NOMBRE


Un cuerpo negro se guarda del Sol bajo un árbol que no da sombra. Al fondo su casa, un pequeño iglú de paja y barro, y el cielo. Nada más. Un árbol, una casa, una nube. Un cuerpo que yace solo esperando. El olvido. La muerte.

Un coche pasa, le deja unos sobres de comida deshidratada y se marcha. El cuerpo vuelve a quedarse solo. Llegará la noche. Volverá a hacerse de día. Y así infinitamente. Hasta que, una mañana, el amanecer nos enseñe el cuerpo tumbado bajo el árbol tras una noche en que ya no pudo moverse para volver a casa.

Entonces el árbol esquelético por fin podrá alimentarse del cuerpo negro. La espera acaba. La sombra muere. El olvido vence.


*Foto de Xavi Herrero

MENSAJE

Camino por un puente sobre un río marrón. El suelo es de madera, los bordes de metal. Un puente gris en una ciudad gris bajo un cielo gris. Los ojos se me van hacia abajo, hacia el marrón. Hacia el frío. Y a medio camino me encuentro con algo. Dos candados dorados cuelgan del alambre. Están unidos, entrelazados. Imposible sacarlos. Imposible separarlos. Cuelgan con firmeza del puente gris. ¿Habrán tirado las llaves al río?

En uno de los dos alguien ha escrito un mensaje con mucho cuidado: “Te QuieRo”. Y en el otro, pegado a él, “Javier” y una fecha reciente. Intento colocarlos de manera que salgan los dos en la foto, pero no se puede. Están tan unidos que tan solo puedo sacar a uno de ellos.

Siento que he encontrado un trocito de belleza en la ciudad gris. Me recuerda al final de una película que he visto hace poco, donde el cemento se llena de colores y formas imposibles. Poesía entre los adoquines. Pequeños tesoros en macrociudades desangeladas. Aunque no se vean, existen. Están.

OTOÑO = MELANCOLÍA


Me gusta el Otoño. El color marrón. El amarillo, el naranja. Todos tirados por el suelo en forma de hojas crujientes. Me gusta el frío que no es frío, el viento, la lluvia. Me gusta la oscuridad temprana, los amaneceres helados y el olor a castañas asadas.

Me gusta el Otoño porque es de todo un poco sin llegar a ser todo de nada. Principio de temporada, final de año. Melancolía. Menos luz, más frío. Nostalgia. Depresión postvacacional. Niebla.

Me gusta el cuadro de Munch porque es amarillento, tiene mar y tiene tristeza. Como el Otoño. El final de algo, el principio de todo.

MOBILIARIO URBANO

Están sentados en el centro de la calle. A pleno sol. En la bifurcación de dos caminos que no llevan a ninguna parte. Nadie les mira. Nadie les ve. Llevan tanto tiempo ahí sentados que se han convertido en parte del paisaje. Un mueble, una piedra, una roca con forma humana. Con forma de amor para toda la vida, de amor que ya no es amor. De amor gastado, olvidado, petrificado.

Son un monumento a la soledad, al paso del tiempo, al silencio. A ese silencio que solo pueden mantener ellos entre ellos, para siempre y por siempre. Un silencio que habla, que llora y que grita aunque nadie les mire ni nadie les oiga.

PAISAJES


Vas por la calle. Caminas recto. Al fondo, la estatua de todos los días. A los lados, los árboles de siempre. Delante y detrás, gente que pasea con el periódico del domingo o un helado entre las manos.

Las gemelas pasan, otra vez, por la acera de la derecha. Idénticas, simétricas, no fallan. Es su cita con la vida. Yo sigo mi camino, recto, lineal. Es mi cita con la calle.

Entonces levanto los ojos y me doy cuenta. La estatua de todos los días, al fondo, es hermosa. La “veo” por primera vez. Delante del cielo gris su fuerza se multiplica. Pero no solo reparo en ella. Los árboles de siempre también han adquirido hoy otro significado. Gigantes, imponentes, rodeando a la pequeña estatua, me muestran lo grande que es la naturaleza frente al hombre, o lo pequeño que es el hombre frente a la naturaleza.

Saco una foto. Me parece apocalíptica. El fin del mundo (o un despiadado país de las maravillas).

ABOUT CINEMA


Suelo subrayar las pequeñas joyas que encuentro en los libros. Ahí van algunas de los grandes del cine. Enormes premisas. Ideas al vuelo. Verdades absolutas de los que han sabido contar con imágenes mejor que nadie.


"La imagen y la palabra se complementan en manos de un buen artesano."

"Dirigir un filme es simplemente una extensión del proceso de escribirlo. Todavía se está escribiendo cuando se dirige."

John Huston


"La única diferencia entre tragedia y comedia es el punto de vista."

Howard Hawks


"Todo lo que no es absolutamente necesario es un estorbo. La senda debe estar libre y llevar hacia lo que es esencial, que está al final del camino."

Carl Dreyer


"Considero que el instante es mucho más importante que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción."

Lars von Trier


"El cine no es el reflejo de la realidad, sino la realidad de ese reflejo."

"Cuando los espectadores miran una película en televisión, lo que ven no es un filme sino la reproducción de un filme."

Jean-Luc Godard


"Para ver hace falta tener la fuerza de producir lo que se quiere ver."

Daniele del Giudice


"El cine no es un trozo de vida, sino un trozo de tarta."

Alfred Hitchcock

UNA MUJER CON FORMA DE ÁRBOL

Anoche estuve de excursión. Visité un lugar que ya no existe. La casita de la puerta azul vomita cemento por sus tres agujeros. Ya no puede respirar. La han dejado en coma. Está tapiada, sellada. Convertida en una piedra. Pero late por debajo. Tras el cemento gris solo oscuridad y un montón de recuerdos. “En paz descanse”, han escrito en la puerta.

Ella ya no habla, y un poquito más allá, en un rincón, se amontonan algunos enseres. Una bombona, un carrito del súper, una silla. Naturalezas muertas.

Hago una foto y al abrirla en mi teléfono, veo un arbolito que ha posado para mí. Frente a todas esas cosas el arbolito parece una persona, más concretamente una mujer. Una mujer morena de larga melena. Está erguido, tieso, hermoso. Tiene una copa pequeña pero frondosa, de un verde muy verde. Reclama protagonismo.

En el rincón más olvidado de la colonia, crece un arbolito muy humano. Rodeado de casas mudas, él ya es el único que se atreve a decir algo.