en la
noche del sueño que anticipaba el dolor
tuvo un
rayo encajado dentro del cuerpo
la energía
indomable le sacudía los miembros,
le perdió la
mirada perdida,
le retorció
hasta el último dedo
en el
tiempo infinito de la exhalación
todas las
fibras del cuerpo en temblor
la
electricidad se metió por la boca
y descargó espasmo -a espasmo- en cada rincón
de su
alargado cuerpo de ninfa propensa,
doliente, soñante
lo
desconocido había llegado para quedarse
la mujer
tuvo un rayo dentro del cuerpo
pero,
expulsando con fuerza al veneno,
la luz blanca de ella venció
descubrió entonces
-con pasmo-,
que el
corazón se había hecho más grande
en ese
rato infinito,
en el
tiempo -tan denso,
tan largo- de la exhalación