enroscada en la cápsula circular
avanza imparable a través
de un estrecho túnel de piedra
no hay miedo, no hay tiempo,
no sombra
ni viento
la pequeña nave metálica se dispara
hacia el interior de las propias entrañas
y penetra la ancha montaña
tejida de troncos y arterias
como una bala afilada
directa hasta el centro del ser
el feto adulto que nunca nació
emprende el viaje más largo,
el que deja al viajero sin cuerpo,
sin cara, sin luz
sin regreso