hoy me recojo en una
cálida oscuridad telúrica
de gusanos, raíces y larvas
un día de claridad
entendí que la superficie
no era lugar para mi
y metí la cabeza
bajo el suelo de piedra
luego hundí el cuerpo entero
en la tierra húmeda y fría
y la espina dorsal se enroscó
como la cáscara de un caracol
que hibernaría, fosilizado,
hasta un futuro remoto
como la cáscara de un caracol
que hibernaría, fosilizado,
hasta un futuro remoto
las andanadas de dolor,
el griterío, la confusión,
todas las máscaras
se quedaron afuera
y yo me acurrucaba, gozosa,
en mi estrecha guarida orgánica
pero no conseguí que los gritos cesaran
cuando el oído se hizo al vacío,
cuando el cuerpo se hizo al silencio,
al tiempo volvió el desorden y el ruido
y hoy, algunas veces,
se escucha a lo lejos
el dolor del que, arriba,
el dolor del que, arriba,
aún se está despertando
* Imagen del cuadro Europa después de la lluvia, de Max Ernst (1940).