APOYADOS EN LA BARRA

Me invitan a un programa de radio en el que cada semana un poeta captura la esencia de un cortometraje y le dedica un poema. ¿Hay algo más bonito que eso? He sido tan afortunada que gracias al programa Radio Círculo, dirigido por Edu Cardoso, David Alfaro Simón ha escrito un poema inspirado en mi cortometraje “Una flor en recepción”. Estas cosas deben compartirse. Es una obligación moral. Porque todavía hoy hay desconocidos que regalan belleza a cambio de nada. Y en los tiempos que corren eso es más que mucho.

Tantos codos en la barra

que faltan dedos para contar.


Un bostezo amanece en el redil;

El aire le hace creer que es libre

y la discusión calienta el puchero

justo antes de la cena de los martes.

Le dijeron que había malos

y él solo se lo creyó.

Le dijeron que no pensara

y le dio por imaginar

que, seguramente, tendría que haber buenos.

Incluso, dicen, le dio por pensar,

en la existencia de un orden lógico

donde su mano no podía cambiar

el lugar que tenía su mano;

Ni contar los dedos de los codos

que se apoyan en la barra.


El aire le hace saber que es libre

como buen ignorante redimido

que no imagina que también

respiran los esclavos,

ni que hay esclavos

que pierden la esperanza manteniendo la fe

antes de saber que son esclavos.


Y todo porque cambiaron los nombres

de los buzones y las puertas

mientras dormías por la noche;

en ese justo momento

en que menos importa el aire,

porque se toma realmente en libertad.


Vinieron entonces a tocar el timbre,

abalados por un futuro

que esquivaba el beriberi,

esa enfermedad tan de pobres

que es mejor tratar de olvidar,

sin caer en que el hambre aprieta más

cuando se tiene lleno el estómago

y vacío el porvenir.


No creas que van a tener ganas

de charlar contigo cuando seas anciano.

No dudes nunca que tendrán a tu edad

los mismo años que tú tienes ahora

y las mismas ganas de hablar con los ancianos.

Y tarde ya vas a comprender

que podías haber tomado decisiones,

cambiar tu mano con tu mano

y prever que los malos hacen las cosas

que te aseguran no puedes tú hacer.


Y será ese día cuando descubras

que te engañaron y que ya no queda

imaginación ni tiempo para enmendarlo.


Porque, ahora por fin sabes,

lo que ellos tanto tiempo te ocultaron:

Es imposible contar mientras tienes los codos

apoyados en la barra.