foco de luz pálida sobre dos cuerpos
desnudos
y la brisa que irrumpe,
congelando el sudor
tras una
desesperada batalla
-eterna lucha de los que buscan para no
encontrar nunca-
la piel sobre el suelo frío,
corrientes eléctricas
y la risa -tu risa cuando llega la calma-
la luna inundó el comedor tras la
contienda
y nosotros -exhaustos- aun estábamos
ahí
luz blanca envolviéndolo todo
luz cegadora devorando los miembros
luz que acaricia, que agita, que quema
y el mundo ahí fuera
ajeno a la magnitud
de la silenciosa abducción lumínica