LOLITA

La primera vez que abrí Lolita tenía poco más de 20 años. Lo cogí al azar, por aburrimiento. Era el penúltimo de una colección de cuarenta libros blancos que adornaban mi estantería blanca. Detrás de él, el número 40, era El viejo y el mar, de Hemingway. Pasaba muchas horas sola lejos de casa y buscaba algo que llenase mi tiempo. Necesitaba ocupar mis horas y mi cabeza. Y escogí Lolita por el nombre. Me pareció precioso que alguien le hubiera puesto un nombre tan bonito a un libro. ¿Lo querría el autor como a una hija? Puede que más, porque lo que hizo con esa historia solo puede nacer de algo instintivo, visceral.

Lolita es de verdad. Es esencial. Es un baile para la lengua y el paladar. Un masaje para el cerebro.

Lolita es la novela con la que empecé a soñar hacia adentro. El libro que me hizo amar la literatura.

Buscaba llenar las horas y encontré una historia que las hizo rebosar.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita.”